La Taberna (Capítulo #2).

  Usted no es mas que un vagabundo borracho - le dije - llamaré a mi lacayo para que lo eche a puntapié a la calle - Ja, ja, ja, ja, ja...  ¡imposible! - ¿Imposible? exclame con mucha rabia a tal desafío y soberbia de su parte, pero lo que mas me irritaba era esa risita socarrona, con su extraña y patanada boca. 
 Al escuchar esa maldita risita socarrona, me enfureci y me enderecé a levantarme donde estaba sentado; a fin de llevar a ejecución mi amenaza, pero entonces el miserable se inclinó con toda deliberación sobre la mesa y me golpeo en mi cabeza con el cuello de una larga botella, haciéndome caer otra vez al sillón del cual acababa de incorporarme; me quede profundamente aturdido y avergonzado a la misma vez, no sabía qué hacer; mientras tanto ese infeliz seguía con esa maldita risita socarrona...
 - ¡Has visto! es mejor que se quede quieto, ¡ahora sabrá quien soy! Míreme! ¡Yo soy El Ángel de lo singular! - ¡Vaya si es singular! -  exclame - pero siempre he vivido bajo la impresión que los ángeles tienen alas y son guapos - ¡Alas y guapos! - grito furibundo - ¿Y para qué quiero alas y ser guapo?  ¿Me tomas por un idiota? - ¡Oh no, ciertamente! me apresure a decir muy alarmado, no, no, no tiene nada de idiota - Bueno, entonces quédese sentado y no se burle mas de mi, porque si no le haré otro chichón - sentenció - los pollos, el búho, el duende, los patos, gansos y hasta el diablo tienen alas, pero los ángeles no tienen alas, y yo ¡soy el ángel de lo singular! - ¿Y que se trae usted conmigo? ¿se puede saber? - pregunte - ¿Que traigo? - pregunto aquella cosa; que perfecto maleducado debe de ser usted, para afirmar que los ángeles son guapos.
 Aquel aliento y esa mirada desorbitada de aquel borracho era mas de lo que podía soportar, incluso si viniera de un ángel. Por lo cual reanude mi coraje, me apodere de un salero que había a mi alcance y lo arroje a la cabeza de aquel ángel singular; pero por el estado de mi embriaguez el salero fue a estrellarse sobre la pared descolorida y manchada de tantos escupitajos a lo largo de los años, por aquellos ebrios desalineados cuando por el motivo del alcohol en sus sangre vienen a sus mente momentos de frustración y arrepentimientos; el ángel singular se dio cuenta de tal atrevimiento aunque el saleros paso muchos metros lejos de su cabeza; me dio a conocer su opinión sobre mi ataque en forma de dos o tres golpes en la cabeza; como es natural, esto me redujo inmediatamente a la obediencia, y me avergüenza confesar, que por el dolor me saltaron las lágrimas de los ojos.....