¿Donde está ese Dios que no a oído cuánta mil y mil veces lo han llamado? Cuando aquel niño que fue abandonado por su padre en aquel bosque congelado, el infante te llamaba en su inocencia una y mil veces que lo fueras arrascar, pero sucumbió al congelamiento y a tus oídos sordos.
Con gritos de dolor desesperado el náufrago te llamaba, el niño que moría solitario de hambre, el que luchaba indefenso por su vida, la madre que moría y te imploraba una oportunidad más, porque dejaba a sus hijos pequeños en el desamparo, en la miseria y la orfandad.
¿En que lugar del mundo te has escondido? Que en vano por donde quiera te he buscado.
¿¡Arriba estás!? Pues ven desde las alturas a esta contienda desigual y horrible, que todo esto dura el mismo tiempo que vivimos cada uno de nosotros está triste realidad.
¡Y si me juzgas oh, Dios! Soy amante de la humanidad, sensible de corazón y resignado a las amarguras que nos toca vivir. Pero me supongo que pedir que seas un Dios, será un imposible.
