El Monólogo De Un Oriundo

   ¡Qué encanto el de la vida! el viento en sus ligeras alas de ecos perdidos de música, de arroyos y nidos; como mansos preludios de instrumentos de viento... el amor al bohío entre intenso aroma de lirios y albahacas; desde allí se mira los corrales escuchando las estrofas murmurante del río. 
 El Terruño es la fuente de toda inspiración que en buscar dicha en suelos extranjeros; si tenemos Diciembres cuajados de luceros y Octubres preñados de ilusiones, ¡Que encanto de vida! No de paganas musas extranjeras inspiradora de pálidos poetas, que en nuestra musa autóctona que habita en las glorietas de púrpura y néctar, allí donde muere la aurora; es nuestra india musa que desde su cabaña desciende coronada de plumas de quetzales a

inspirarnos sencillos y tiernos madrigales; olorosa a selva y a flores salvajes; vamos pues a soñar, bajo tibios aleros de naranjos en flor y beber agua limpia de manantiales; se bebe agua, se bebe luz. 
 Octubre nos regala sus rosas y las vísperas, Diciembre las miradas de todos los luceros, ¡Dos alas! ¡Quién tuviera dos alas para volar! esta tarde en las cumbre de las montañas; ¡casi las he tenido! desde allí veo el mar, bien sería otro cielo.... ¡cumbres divinas! ¡cumbres excelsas! ¡Que pequeños los hombres! desde aquí no llegan las habladurías de allá abajo, ni los gritos horripilantes de aquellos deseos, ni el clamor desbordante de las malas pasiones.... ¡Los rastreros no suben! ¡porque esta cumbre es el reino del pájaro y la nube!