Tengo escenas de vidas lejanas: mi primer espíritu esfinge fue, sátrapa persa fui, con mirada dorada, en menfis viví. Ya muerto, mi alma siguió el vuelo errático; vi morir en mis brazos a mí hermano Abel, desde entonces soy errante; fraile fui, mandándome al nuevo mundo, quemé los códices Mayas, haciendo justicia uno de ellos, en el corazón, una flecha me clavó. Le ceñi los ojos a Caifás y Anás; un corsario de barba roja fui, con puño de hierro viví.
Más tarde un trovador fui, de Don Juan Tenorio, sus hazañas canté, sus lances, su honor y sus bacanales. Hoy soy esquivo y austero, de labios poético, sufriendo nostalgia; arrepentido estoy, por no ser poeta desde el principio, porque para el poeta, con una vida basta.
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