El Éxito (Capítulo #4)

 Humberto no paraba de moverse en su silla mecedora, descolorida, ruin y sucia; así como su mala suerte, miraba fijamente la pared que tenía enfrente de él sin pestañear ni un segundo, su mente divagaba en lo podría haber hecho sin tan sólo retrocediera el tiempo, ya no tenía sueño alguno por el que luchar, simplemente estaba derrotado, su expresión lo decía todo. Su padre lo observaba desde la otra habitación, estaba más preocupado por la suerte de su hijo que por la de él mismo y su esposa, púes como sea ellos ya habían vivido sus vidas, para bien o para mal, pero ya la habían vivido a su manera; el problema era el futuro de su hijo, ya que todavía le quedaba muchos años para vivir; le rompía el corazón verlo así en esa situación tan penosa; todas las siembras se echaron a perder por la sequía, y el banco les embargo todos sus terrenos de cultivo cuando no pudieron pagar lo adeudado; lo único que les quedaba era su vieja y descolorida casa, ya que Humberto siempre se negó a hipotecarla, aunque su padre le aconsejó que lo hiciera pero Humberto se negó hacerlo; la familia estaba friccionada por culpa de la pobreza, ya habían tocado fondo al punto de la miseria; tenían que pedir ayuda social y en ocasiones religiosas para obtener alimentos y pagar sus servicios básicos. Su padre se le acercó como midiendo la situación del estado deplorable de su hijo - hijo tenemos que hablar, le decía su padre - Humberto lo miró con esa mirada como queriendo decir: ahora no padre; su padre se sentó a la par de él - hijo, me duele verte así, no fue tu culpa que todo haya terminado mal, es injusto echarte toda la culpa, son situaciones que pasan, sólo hay que seguir adelante con nuestras vidas, ya vendrán tiempos mejores - aquí no hay futuro padre, le respondió Humberto sin mirar a su padre - de eso te quiero hablar hijo, lo que me preocupa es tú futuro, nosotros ya estamos viejo, ya nada tenemos que perder, ya vivimos nuestras vidas, en situaciones como estás es mejor buscar nuevos horizontes en otro lugar - en Madrid? Sólo soy un pobre agricultor, no se nada más y allí no tendré un buen futuro - no hijo, me refiero a otro país - por ejemplo? Preguntó Humberto - por ejemplo América, dijo su padre - América! que se supone que haré allí? Preguntó Humberto con desconcierto - hace unas semanas estuve hablando con Íñigo que vino aquí de vacaciones y él vive en América, específicamente en Latinoamérica, dice que allí hay muchas oportunidades para los extranjeros, los tratan muy bien y el idioma no es una barrera ya que todos hablan nuestro idioma - si lo sé padre, pero no conozco a nadie allí y no se como me irá, decía Humberto - pero ya que tienes que perder hijo, aquí ya no hay nada, la sequía nos arruinó a todos los del pueblo y el gobierno no les importa, es más yo le dije a Íñigo si podía ayudarte haya mientras con seguías un empleo, me dijo que sí, que sería un gusto ayudarte, él nos tiene una gran estima, él me dejó su dirección y su número de teléfono para contactarlo - pero con que dinero me iré padre, si lo hemos perdido todo - yo guardé un poco de dinero para una emergencia, y que mejor está oportunidad, haya podrías rehacer tú vida de nuevo hijo, tengo fé que te irá muy bien - no sé padre, me da tristeza dejarlos aquí sólo a ustedes y más aún en esta situación, le decía Humberto - ya te lo dije hijo, no te preocupes por nosotros estaremos bien, tú madre y yo fuimos feliz aquí en este pueblo, y aquí queremos pasar nuestros últimos años, tú tienes toda la vida por delante y no puedes estar sujetó por nosotros, ya es hora que cortemos el ombligo umbilical y sigas tú propio destino, recuerda que el camino se hace al andar - Humberto miraba a su padre con mucha tristeza y nostalgia, sólo le respondió: dejá que lo piense padre.