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Novato de la literatura y de la vida...

February 15, 2017

El Teorema (Capitulo 12)

  A Flavio lo habían dejado sin sus amarras, sus muñecas de sus manos estaban laceradas por esos horribles lazos; se sentía como un animal enjaulado, era la mayor humillación que un ser humano podría tener, se frotaba sus heridas con mucha cautela; el barco se movía al compás de las olas, así como el estómago de Flavio, su mirada iba sobre el piso del barco donde entraba un poco de luz por las hendiduras de las tablas; Flavio sobre el piso oscuro miró un pequeño destello en una esquina por reflejo de la luz solar que entraba por las hendiduras, fue por ella y agachándose la tomó con sus manos laceradas; era un espejo, con el reflejo del sol miró su rostro, era un indígena de Mesoamérica, su poca vestimenta así lo delataba también, de inmediato recordó todo de ésa vida, como intercambiaban las cosas de valor por cosas efímeras, pero lo que a él más le impactaba era que les obligaban cambiar sus dioses por otro, como eran torturados y asesinado por algo que ellos no terminaban por comprender; recordó como lo habían subido en sus navíos que se deslizaban por los mares para ser mostrando como un trofeo en sus pueblos lejanos; el espejo estaba roto y lo pasó por unos de sus dedos en su afilada orillas, se hizo una cortadura no muy profunda, pensó en defenderse con eso, aunque sabía que eran muchos hombres blancos para el sólo, pero en esos momentos que más daba, al menos moriría con honor y no como un animal; fue rápidamente
apostarse de bajo de las escaleras oscuras donde se subía para el exterior de la nave, su arma perfecto, el factor sorpresa. Flavio no esperó mucho tiempo, la compuerta al exterior se abrió, haciendo su entrada la luz del sol, detrás de la luz dos soldados de su majestad y en medio el gran inquisidor Torquemada; bajaron al piso Interior, cuando estaban apuntando de sorprenderse porque su prisionero ya no estaba; Flavio salió rápidamente desde la oscuridad con su espejo afilado en su mano derecha, apostarse detrás del gran inquisidor sin que nadie se percatara, hasta que Torquemada sintió un objeto afilado justo en su garganta; los dos soldados que venían de custodio apenas se dieron cuenta de tal hazaña llevaron sus manos donde guardaban sus espadas, pero Torquemada con su rostro de preocupación movió lentamente su cabeza negativamente en señal que no intervinieran - Que quieres de mí? Preguntaba Torquemada con voz entrecortada - asesinarte Maldito!! Decía Flavio con furia, en su dialecto que Torquemada estaba bastante familiarizado - aunque me mates no podrás escapar, le aseguraba el gran inquisidor - no me importa, deseos tú maldita alma, decía Flavio - para llevarla al Inframundo? Preguntaba Torquemada con ironía, pero no podrás porque mí alma pertenece a Dios - tú eres ese demonio que tanto profesan, y lo que busco es venganza, le aseguraba Flavio; jamás volverás hacer daño a ningún niño, le gritaba con furia cerca de su oído izquierdo; en esos instantes los dos soldados de su majestad sacaron con rapidez sus espadas de sus fundas sin quitarle la mirada inquisidora a Flavio; era la última oportunidad de Flavio para vengarse de la muerte de su hijo, por lo que estaba vagando de encarnación en encarnación; de inmediato le hizo un corte profundo de muerte en el cuello de Torquemada, quedando el maldito inquisidor con la mirada perdida sobre el piso de madera de la cubierta, las rodillas flexionadas y en su mente perversa de sangre, gritos espeluznantes de sus víctimas y así como sus asesinatos inhumanos; quería exhalar aire pero lo único que conseguía era tragar su propia envenenada sangre, hasta que murió ahogado con su sangre. Los soldados al ver tal atrevimiento arremetieron con sus grandes espadas a Flavio, una cuchillada tras otra sin piedad alguna; Flavio a la quinta cuchillada ya no sentía nada, ni dolor, ni irá, sólo sentía que se iba desvaneciendo segundo tras segundo...

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