¡Mí último deseos quedó sellado! Pedí no arrojarme bajo aquella tierra, sino en la cima de aquella montaña ¡Onduladas y magestuosas faldas rocosas! transportando mi cadáver en aquella cumbre. Sobre aquella cima baja el Sol majestuoso, dónde me canta el impetuoso viento, mortuoria son los riscos, el firmamento mí capilla y la nieve mí mortaja.
Desde lo alto, a mí alma le brotaron dos alas, ¿Quien quisiera dos alas para alzar el vuelo? En esa cumbre las he obtenido. desde aquí veo el mar, tan azul y tan dormido; que sino fuera el mar, bien seria otro cielo.
¡Cumbres divinas y excelsos miradores!
Que pequeños se miran los hombres, desde aquí no llegan sus mentiras, ni sus gritos horripilantes con que aúlla sus deseos, ni el clamor desbordante de sus bajas pasiones.
Aquí he visto cosas tan dulce y extrañas, como a ver visto llorara a la montaña; el agua brota lenta, y en su remanso brilla la luz. O ver visto un árbol con el corazón cantor, porque un pájaro hizo su nido en el tronco de ese árbol; por las mañana el pajarito asoma su cabezita, para beber rocío, para beber aroma; el árbol de la montaña me da la sensación, de que se le salio cantando el corazón.