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Novato de la literatura y de la vida...

September 29, 2017

El Éxito (Capitulo #6)

 Un año después... Humberto caminaba arrastrando sus pies sobre la tierra suelta, estaba a unos pocos pasos de llegar al mesón donde alquilaba una pequeña habitación; hizo un alto quitándose el sombrero sudoroso, polvoriento y maloliente; mirando el atardecer de otro día de duro trabajo, casi cerraba sus dos ojos ante los últimos rayos de ese día, si no fuera por la pequeña hendidura que había dejado a propósito en sus párpados para mirando como se ocultaba el grandioso astro; se dió la vuelta atrás de él para mirar de donde había venido; el paisaje era todo un manto de siembra de caña de azúcar, miraba los otros jornaleros caminando al igual que él, sin una sonrisa en su labios, expresión en sus rostros sucios de cansancio y almas que sólo querían descansar para otro día comenzar la faena, esperando el milagro de un fin de semana para poder olvidar un poco su cruda realidad. Humberto se miraba sus manos sucias y callosa, de un trabajo duro pero honrado; se miraba sus vestimentas hechas harapos y ausente de limpieza; se limpió su sudor con el dorso de su mano, que era la repetición continúa de todos los días, como una maldita rutina de su nueva realidad de jornalero; volvió a ver enfrente de él, lo estaba esperando el mesón, en especial su habitación rentada.
  Humberto acostado en su camastro ruidoso y las luces apagadas, no podía conciliar el sueño, tal vez por lo tanto que pensaba en su familia que había dejado atrás en su tierra natal España, extrañaba todo en especial a su padre y madre; nunca se imaginó haber trabajado tan duro como lo estaba haciendo en Cuba, pero de una o de otra forma aceptaba su realidad, todo por querer salir adelante y sacar de la miseria a sus padres; le gustaba las personas de allí, en especial los compañeros de trabajo, los más jóvenes como Humberto tenían el mismo sueño, salir de la pobreza, los más viejos simplemente ya había renunciado a ese sueño, para ellos sólo se trataba de sobrevivir día a día; como sea todos tenían el mismo denominador común, la pobreza; pero Humberto jamás iba a renunciar a sus sueños, como extranjero tenía la ventaja de poder reinventarse a sí mismo y tener un sólo objetivo, ser un hombre de éxito.
 El fin de semana había llegado para todos: pobres y ricos; era momentos de diversión y esparcimiento, cada cual a su manera y dentro de sus posibilidades. Humberto frecuentaba la taberna del pueblo, pues allí departían todos los fines de semanas los únicos amigos que tenía, los jornaleros; era un lugar sucio, mal oliente pero barato; los tragos iban al compás de alzar de codos, algunas veces sincronizados, otras según el calor de las charlas; Humberto estaba con uno de sus mejores amigos, Rómulo, que de un momento a otro le dijo tomándolo del hombro derecho y con sonrisa de niño travieso: vamos a la gallera, apostar algunos riales, tal vez tenemos suerte y nos hacemos ricos, le decía a Humberto con ironía - Humberto se le quedó mirando a Rómulo con una media sonrisa, con aquella expresión en su rostros, como queriendo decir: Si tuviéramos suerte, no estuviéramos trabajando de jornaleros; pero solo lo pensó a sus adentros, de todas maneras era su amigo, y que más daba, era la única forma que tenían para disipar un poco sus mentes y relajarse sus cuerpos tensos; Humberto alzó su codo nuevamente y se tomó su trago de un solo golpe, respondiendo a su amigo Rómulo: vamos a la gallera, que estamos esperando....   

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