Un día me fui al centro de la ciudad a desayunar en bonito restaurante, cosa que no hacía de hace años. La última vez que fui, apenas algunas personas tenían celulares para hacer llamadas e intercambiar mensajes, creo que no existía las redes sociales. Fue muy emocionante y triste a la vez, al saber que como la tecnología había adelantado y cambiado la vida de millones de personas; triste porque familias enteras comiendo, que tal vez sea el único día libre donde pueden compartir entre familia y desperdician ese día en ver y comunicarse por sus teléfonos celulares. Eso me hizo recordar al famoso escritor Julio Verne.
En mí niñez no existía tal tecnología como se conoce ahora, y la televisión solo se limitaba a canales televisivos locales, que a lo sumo eran 6 canales y en algunos otros países eran 8. Su programación eran repetitivos y muchas veces aburridos, para divertirte tenías que tener amigos en la escuela y en tú barrio; practicar deportes extremos, y crear aventuras o desafíos en lugares inhóspito; para otros como yo, ir a la biblioteca nacional y prestar algunos libros de aventuras, suspenso y románticos. Uno de mis escritores favoritos era Julio Verne, este escritor tenía la capacidad de tomarte de la mano y llevarte a un viaje hasta el fin del mundo si es posible, tenía la capacidad de trasportar a su lector dónde el quisiera, y la habilidad de cambiar el drama y los escenarios de un momento a otro. Para mí que ese escritor tenía una máquina del tiempo donde él podía viajar a diferentes épocas futuras, o algo así; sus historias eran tan detalladas que en futuros lejanos después de escribir sus obras, se hacían realidad, y eran tan precisos los detalles que se volvía en realidad todos esos detalles. Era de los pocos escritores que en vida era famoso, a diferencia de otros que después de su muerte saltaban a la fama.
Recuerdo que su editor se nego a imprimir una de sus obras, la leyó y concluyó que esa obra en especial era muy pesimista y sombría, Julio Verne tenia una reputación y un perfil de escritor que no en cajaba con esa obra literaria, así es que se negó a imprimirla, se llamaba: París en el siglo XX.
No fue hasta que su bisnieto la descubrió el manuscrito entre sus cosas del bisabuelo, y la mandó a imprimir. El protagonista lo puso en el año 1963, era un muchacho filósofo poeta romántico quien en su época se sentía fuera de lugar en el París del siglo XX, no entendía como aquella concepción humanistica de la historia y de la humanidad: la poesía, la filosofía, la teología y todas esas ciencias que nos han hecho más seres humanos, a lo largo de nuestra cultura, todo esa hubiera desaparecido; ahora todo se centraba en lo técnico, tecnológico y científico. Para él era una tendencia a la desahumanización, allí no se tiene en cuenta al ser humano, sino lo que el ser humano puede producir desdé esa perspectiva tecnológica y científica.
Julio Verne describia París como una ciudad cosmopolita, con rascacielos, trenes subterráneos y un enorme faro de luz a la par del río Sena, que daba luz a toda esa ciudad avanzada; que a pesar de todo eso, las personas eran pobres de corazón; y una red de interconexción a nivel mundial, dónde las personas se comunicaba. En especial, lo último que se suponía era para unir más a las personas, el efecto era todo lo contrario. Las enormes edificaciones era como Guetos, dónde las personas sólo se sentían segura en esas cuatro paredes; un enorme agitación por la productividad, que a las personas se les acortaba el tiempo y la vida; la desahumanización personificada, dónde impera el desinterés por el dolor ajeno, el conformismo, la negatividad y el mercantilismo; sutilmente Julio Verne dejaba entre ver, que era de los principales problemas del porque las personas se suicidaban.
Siempre me llamó la atención esas dos palabras del editor de Julio Verne: pesimista y sombría. Tal vez como seres humanos tenes que hacer un alto y reflexionar sobre nuestras vidas, y las venideras. Nunca debemos renunciar o sustituir todo aquello que nos hizo más humanos, que eso sea la base de lo demás; antes que terminemos como unos verdaderos títeres del sistema que impone unos pocos, que nos roban nuestras vidas, creatividad y hasta nuestros sueños.