Llegue rápidamente al auxilio de mí vecino, con el corazón desbordado por aquel infernal incertidumbre de morir o matar; pero para mi sorpresa los tres estábamos en la misma situación, a la mitad de la noche, en aquel previo baldío de los mil demonios. El asesino estaba de rodillas implorándole a mí vecino por su miserable vida, mire a mí vecino empuñando su arma con determinación en dirección del rostro del asesino, mi vecino me miró, yo casi a gritos le exigía ¡Mata a ese hijo de puta ya! El asesino lloraba como un niño, nos decía que tenia una esposa y una pequeña hija, que si lo dejábamos libre cambiaría su vida para bien; era la primera vez desde que empezamos el plan como el rostro de mi vecino cambia drásticamente, su duda era evidente en todo su ser, el asesino rápidamente se dió cuenta de la debilidad de mí vecino. La noche fue interrumpida por un silencio sepulcral, la mirada de mi vecino estaba perdida, como haciendo una pausa para buscar algo en su interior; en aquel charco incapaz de guardar una nube nocturna puede ver una estrella pisoteada, ya las he visto muchas veces antes, cuando los asesinos apagan aquellas luces que todavía tienen mucho para brillar. En aquella ausencia hundida de mí vecino, que sufren los débiles y los cobardes, vi en corta distancia como el asesino se le abría los ojos infernales para ir tras el acecho de su próxima víctima, se levantó del suelo con la intención de arrebatarle el arma a mi vecino, pero yo fui más rápido que el asesino, le llevaba ventaja, el asesino me miraba como mucho asombro, se me dibujó una sonrisa sarcástica en mí rostro, mi mirada era clara como el agua y el asesino lo sabía, mí arma apuntaba directamente en medio de sus ojos; es curioso la mirada en aquellos últimos segundos, saber que dentro de pocos segundos ya no estará en esta vida, el asesino me miraba fijamente como un niño, creo que en esos instantes no sentía miedo ni regocijo, sólo me miraba con atención como esperando resignadamente el desenlace de su vida, me atrevería a decir que en esos últimos segundos el asesino sentía una paz profunda en su interior, como queriendo decir: al fin descansaré en paz de toda esta vida miserable que me tocó vivir; dentro de mí me ganaba la curiosidad en sentir de como se siente en acabar con la vida de un mal nacido, era increíble toda esa adrenalina que corría por mi corriente sanguínea, era un sueño hecho realidad, no lo tomaba como venganza sino como una curiosidad que quería experimentar desde que tenía uso de razón, con una sonrisa en mí rostro y apretando mis dientes al hablar le dije antes de disparar: muere hijo de puta. Después del estallido, ver y sentir como se esparcía su miserable ser, todo cambio en mí, sentí como corría un montón de estrellas dentro de mi cerebro, fue como un Nirvana, algo inexplicable; mi vecino al fin reaccionó con asombro y espanto, le dije: así se acaba con la vida de estos malditos, él jamás te hubiera dado una oportunidad a ti, son cosas de morir o matar.
