Los campos de Marte, el Sol de Febo, el mar de Neptuno; que ya no pueden ver mis ojos porque lo a borrado Dios.
¿Por que tres y no uno?
Pero este despierto corazón, el hado le impone esta irónica idolatría.
Seas rico o pobre, o la condición en la que vivas, allá arriba o aquí abajo ¡No importa! No por eso dejaras ser lastimosa presa de la muerte; todos vamos hacia el mismo destino, y has de salir indefectible de la tumba al mar, donde se agitan todos los destinos, y seremos entonces colocados en la barca que conduce al eterno destierro.
¡Ay, de mí Virgilio! ¿Tan amargo es la muerte? Paso de la angustia a la noche inquieta ¡Ya nada puede Virgilio! ¡Me has hechizado! ¡Llévame del castigo a la reconciliación!
Hice que cada estrofa fuera un arduo laberinto de entretejidos lamentos y voces arrepentidas.
¡Recintos vedado al vulgo!
Veo el tiempo que huye de la saeta, y el cristal del agua, donde Narciso se refleja, muy dentro de sí.
¿Quien me dirá si en el secreto archivo de Dios, están las letras de mi nombre?
¡Que me importa el renombre!
Quiero volver a las comunes cosas.