Aquel anciano quedó viviendo sólo en aquel camposanto, por cosas del destino; todas las noches fumando su habano desdé el pórtico, mirando fijamente desde la profundidad de la noche, echa una pequeñas carcajadas, sonriendo como niño, y escuchando aquellos niños cantar.
Los niños cantan tal cual un coro, juegan y sus almas sueñan. De aquellas piedras vierte agua, de su fuente los niños simulan tomar agua.
Como una monotonía, risas eternas, que no son alegres, con lágrimas viejas que no son de amargura, y cuentan tristezas de antiguas anécdotas, claras penas.
Jugando a la sombra en aquel camposanto, los niños cantan... la fuente de piedras, bebiendo su eternas aguas; vertiendo sus anécdotas.
¡Cantan los Niños! Canciones ingenuas, de algo que pasa y nunca llega; de historias confusas y claras penas; cada día se borran las historias, pero la fuente es eterna, y los niños siempre cuentan sus penas.