Al despertar mi mente estaba embotada, sin sentido, sin claridad, sólo con unas capturas mentales de lo que viví allí, que incluso mi cuerpo sudaba helado.
En la segunda noche y mi segunda sueño, atravesé el mundo de las almas dichosas; antes mis ojos cerrados, deslizáronse lugares flotantes, lagos aéreos, inmensos jardines llenos de árboles, flores y animales; otros cielos y otras estrellas, paralelas a las nuestras, como velo trasparente; parecían acariciar las almas y moldear inteligencia en el lenguaje del amor; dónde le da forma y significado al lenguaje de la expresión humana, en todo sus sentidos.
Vi un grupo de almas reunirse en aquel paraíso, irradian felicidad en sus rostros, de sus actitudes y palabras, parecían emanar un elevado mundo placentero, uniéndose todos a una misma armonía. Pero pronto vi, uno de aquellos semblantes palidecer y conmovido. Entonces apareció uno de cada una de esas almas, que estaban unidas en el mundo inferior, por un hilo imperceptible; esa red de hilos descendia hasta lo más profundo de una nube color púrpura. A medida que la nube púrpura ascendia, el paraíso aéreo era más imperceptible.
Comprendí el sentido de esa visión, aquellos lazos sutiles, eran ataduras indestructibles, restros de pasiones humanas, inextinguibles deseos que unían aquellas almas gozosas a la tierra; forzandolas tarde o temprano a nuevas encarnaciones.
¿¡Cuantos dioses hay, en los reencuentros celestiales!? ¿¡Cuantos nuevos alojamientos hay, en aquellos laberintos de dolor y prueba, a los que aguardan el fin, de la separación eterna!?
Cuando desperté al día siguiente, tras la segunda noche; fue mucho más triste que el primer sueño infernal,pensaba en los futuros destinos de aquellas almas; en su errar sin fin,