Mi esposa y yo, pensábamos equívocamente que tan solo era un resfriado fuerte que necesitaría un poco de antibiótico. La primera en caer enferma fue mi esposa, como en cualquier otra apeste históricamente de la humanidad, no hace diferencia de genero, simplemente la muerte o el juego de la vida y la muerte cae a quien tiene que caer.
Ese día fatídico que a marcado nuestras vidas fue un Sábado, ella se resistía a creer que era el virus; no quería que nuestro Sábado fuera diferente, o mas bien trágico, ya que como era de costumbre era nuestro Sábado familiar.
La tos de mi esposa era cada vez mas frecuente como iba pasando las horas, y cada vez que ese maldito frenesí por tomar bocanadas de aire cuando le daba ataques de tos, era simplemente incontrolable; por mi parte no quise esperar a mas y ante la negación de mi esposa la lleve a la clínica mas cercana.
Solo ella paso a una diminuta clínica que esta ubicado adentro de un supermercado, después de esperar unos minutos con mis dos hijos varones dentro de vehículo, la vi salir con su rostros de incertidumbre y una hoja de papel en su mano derecha que decía lo sospechado, referencia para examen de COVID.
Las muestras las tomaron en otra clínica, en un costado del estacionamiento, en las afueras de las instalaciones, un toldo, un número telefónico te indica que tienes que llamar para que un personal medico llegue a tomarte la muestra, y así lo hicimos. La enfermera llego al lugar y me indico con su dedo de su mano derecha enfrente de mi automóvil si yo era el paciente, le indique desde mi carro ingenuamente que no, que la enferma era mi esposa, mas no sabia que yo también seria su próximo portador.