Recordando mí adolescencia: En la adolescencia uno carece de todo... bueno, de pobre también. Pero no es eso lo que quiero recordar, si no de mi adolescencia; careces desde lo más elemental hasta de lo urgente, así es que una buena noche con dos de mis mejores amigos decidimos ir a la zona roja, el lugar denominado y dedicado a las Ladys Night. Con mis ahorros de mi duro trabajo y otro de la billetera de mi padre, que por suerte, nunca descubrió que le hacía falta dinero, mí amigo José se burlaba de mí cuando yo felizmente mostraba todo el dinero que tenia en efectivo para ser todas las pericias qué me imaginaba cuando con la palma de mi mano miraba esas películas para adultos (XXX)
Le decía felizmente a mí amigo José ¡Hoy estaré toda la noche con una mujer de verdad! - ¿Toda la noche? Se preguntaba mí amigo José sarcásticamente ¡Ja! Nadie dura más de 5 minutos, y menos notros los jóvenes, que somos más precoz. Míralo de esta forma: cuanto sacrificio y días te costó reunir todo ese dinero 💰 para que en 5 minutos te lo ganen, me decía mí amigo José; y si lo miramos de esa forma, tenía razón mí amigo José; pero yo ya estaba harto de la palma de mi mano y necesitaba subir de nivel.
Se llamaba Rosita, no era fea ni bonita tampoco, no era una mujer alta, pero tampoco era una mujer pequeña, podría decir que ella lo tiene todo lo que un hombre puede desear. Le dije a Rosita que quería una noche inolvidable, y le di todos mis ahorros, ella empezó a contar todo el dinero 💰 y con una sonrisa pícara me dijo que me podía ayudar con la noche inolvidable. Escogimos el Motel El Edén, no sé pero me pareció apropiado para la ocasión.
Hasta hoy con mis 75 años de edad, puedo decir que nunca estuve una mujer como Rosita, haciendo todas esas cosas locas, haciendo todas las cosas que ella hace, pensaba que era otro sueño húmedo de mí juventud, ¡pero no! Ella era real, de carne y hueso; esa noche ella me dio todo lo que tenia, era mucha mujer para mí; ella me decía: vamos cariño, tú lo puedes hacer, no te detengas, toda la noche si quieres; pasaban las horas de la noche y yo sentía que no podía más, pensaba que también Rosita ya no podía más, y que íbamos adormir por fin después de tanto amarnos, pero para mi sorpresa, Rosita nunca se detuvo, y para mi vanagloria, Rosita me volvió a encender; Rosita simplemente era la reencarnación de la diosa Venus, así pasé con ella toda la noche hasta el amanecer.
Rosita por la mañana antes de irse del Motel, me dio un beso en la mejía y acercó su boca a mi oreja, diciéndome: nunca te subestimes.