Esa noche y la ciudad dormía, yo en aquella esquina, alcé mi vista al cielo nocturno y me pareció ver tan sólo una estrella; el filo de una navaja interrumpe el aire nocturno, una simple estocada, pero certera; sentí ese golpe, y el brotar caliente de mi cuerpo. Mi cuerpo caía y algo de mí salía y subía. ¡Oh, maldito juego más macabro! ¡Cae y Sube!
Estoy ausente en medio de toda esta ausencia, la espera de mí mismo, la espera de mi retorno. Por el momento ando de viaje, dando un poco de mi vida a los Dioses creadores; somos un círculo enorme de almas, alimentando a nuestros creadores, se nutren de nuestras emociones, y cuando nace amor en nosotros, los Dioses lo usan en la reencarnación de nuestras desgracias. Por eso erramos en cada vida; cuando experimentamos las emociones surge el apego, donde somos víctimas del dolor y sufrimiento; lo que ata a las almas a no ser libres.
¡No hay un sólo Dios! No tendría sentido la creación
Miro mi cuerpo ¡Angustia lamentable! me voy adentrando en esa tierra, en sus plantas, voy dejando mis vestimentas; se me van cayendo las carnes, y mi esqueleto se va revistiendo de corteza ¡Me voy haciendo árbol! Allí van todos mis gozos carnales, convirtiendo a mi alma lleno de emociones ¿Entienden el apego de las almas? Es doloroso pero a la vez lleno de ternura
¿Entienden ahora la naturaleza de los Dioses?
Pero al final comprendí que es ser libre, descubrí como desatarme de todas las ataduras, el secreto esta en la tierra y no en el cielo.