Esta noche fría de Abril, saliendo de mí confortable hogar, me espera mi fogata nocturna de mi círculo perímetral. Los grillos cantores, y yo miranda fijamente la fogata, como mirando una bola de cristal. Un piquete en mi hombro, eran mis tres amigos de mil batallas queriendo sorprender, pero: ¿De que me puedo sorprender? Si ya lo hemos visto todo. Instintivamente nos sonreímos unos a otros, ver nuestras miradas y arrugas por el tiempo incansable de vivir; en sus manos: vinos añejos, como notros; entre unos segundos a mi hogar, buscando unas copas.
Mirando el cielo nocturno, hablábamos de Venus y Marte; como queriendo medir la distancia.
¿Y que hay de Pluton y otros recintos? Preguntaba Ismael.
Lúgubre aposentos, respondía Anibal.
Mientras que Jeremías hablaba de Newton y Descartes.
Así íbamos desarrollando nuestra amena platica, de un tema nos llevaba a otro, hasta llegar a los actuales hábitos y proceder; de como se iba desenvolviendo nuestra sociedad, y nos preguntábamos ¿En que momento fallamos? Como la generación responsable, se suponía que el ejemplo está en el hogar.
¡Allí esta el detalle! Respondía Ismael.
Es culpa del libre albedrío, concluia Jeremías.
¡No! Eso culpa del consenso, finalizaba Anibal.
Así pasamos toda la noche enfrente de la fogata, comiendo jamón, ver arder troncos enteros; hablando de viñas, hablando de cuentos; desatando y atando antiguos misterios; hablando del acertijo llamada mujer. Así toda la noche, bebiendo en grandes copas, comiendo buen queso; presenciando como este mundo se iba a la mierda.
¡Aquí todos enloquecemos!
¡Nos importa un bledo esta vida! Concluia Anibal.
No, todavía podemos dar un poco de cordura, finalizaba yo.