En aquel mundo, recorriendo las ásperas rutas, mi alma abrevio las mayores de las tristezas; alce la voz y reproche a mi creador. Era de noche con angustia rendición, pero había un Astro de ideal teoría; sentí que mi alma se partía en dos; Dios vino hasta nosotros y beso nuestras frentes; Dios habrio desde nuestro cielo la brecha reluciente de una ilusión. Y en mí alma jamás titila otros luceros más que el tuyo, y la eternidad se mudo en ti; Dios abrevio el más dulce encanto en mí.
Tus ojos me miraron, en el más bello de Oriente, ese Astro más resplandeciente me sello con sus labios bellos; mi amor sumiso y el Astro fue el destello del paraíso.