Entre el raro cortejo de la noche, peregrinando voy, una sombra buscando; en el místico reflejo de un reposo de agua una mirada buscando, pero sólo hay una noche estrellada; anhelando escuchar una voz extinta.
Paso por un jardín y finjo tocar un jazmín, pero no hay caricias en las manos; ¡Oh, Sombra! Escucha mi voz y mira mis manos! ¡El vértice atroz de la eternidad callada! Triste de mi que ya no tengo nada, ¡Nada! ¡Ya todo lo perdí!